lunes, 12 de abril de 2010

1:30 HS.

Como de costumbre salía del trabajo puntual. Juntaba sus cosas, se despedía de su jefe y se iba.
Eran 5 cuadras tranquilas, perfectamente tranquilas. Caminaba mirando para abajo, contando las baldosas. La mayoria blancas. Quizás se golpeaba con el hombro de algun señor apurado o frenaba su marcha para encender un cigarrillo.
La mayoría de las veces había sol. Eso le agradaba, pero los días nublados le encantaban. Los colores de los objetos que la rodeaban se veían diferentes bajo ese gris del cielo y eran las mejores 5 cuadras del día.
A la 1:30 de la tarde el instinto la hacia frenar. Siempre en la misma esquina, frente al mismo banco, donde no había semáforos, donde había muchas sombras y poca gente.
Ahi, en ese lugar, ella debía tomar coraje, respirar profundo y ya no mirar las baldosas, no pensar en lo que iba a comer para el almuerzo, ni en el cigarrillo y en sus ganas de dejarlo.
Eran el y ella en ese momento, y el tenia ventaja por que ella le tenia miedo.
Respirar y seguir caminando. Una vez que entraba, solo podía mirar la luz al final del camino y esperar a que ese punto lejano se agrandase y se convirtiese en salida. Sus sentidos se agudizaban y oía sus pasos demasiado fuertes, sus pensamientos se dispersaban y la barrera de las fantasías se levantaba y sus pensamientos creados gracias a alguna película de suspenso la atrapaban.
Su unico consuelo su unica tranquilidad era que ella sabia que la luz era real, que la salida era real y que siempre salía.
Y eso pasaba, cruzaba la barrera, llegaba a la luz y todo volvia a ser normal.
Miraba las baldosas, se golpeaba contra el hombro de algun señor que caminaba apurado, o pensaba en lo que iba a almorzar.
Eran los 5 minutos que odiaba del día, y de la semana, y del mes.
No había forma de que el túnel que cruzaba la calle para llegar a casa le pareciera amigable.

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